miércoles, 23 de noviembre de 2011

Unos padres orgullosos

Igual que al fuego se comprueba la calidad del metal, dicen que la calidad de las personas se prueba en las situaciones adversas.

Ya muchos sabéis que nuestro hijo Álvaro tuvo un grave accidente de tráfico el día de sanjuán mientras volvía de “saltar las hogueras”. Se durmió al volante, se salió de la autovía, dio algunas vueltas de campana y se fracturó las primeras vértebras cervicales que además se luxaron sin que, afortunadamente, la médula espinal se viese implicada. Unos milímetros más de desplazamiento de las vértebras y la afectación medular a ese nivel hubiera sido “incompatible con la vida”.

Lo que pasamos como padres la semana que transcurrió desde la notificación del accidente hasta ver salir a los neurocirujanos sonrientes tras casi siete horas de una operación de altísimo riesgo, no sabríamos contarlo. Lo que queremos contar es el ánimo inquebrantable, la fortaleza física y mental y el sentido del humor con que Álvaro nos regaló esos días y todos estos meses que dura su largo proceso de recuperación.

Situación: Estuvo toda una primera semana tumbado boca arriba (más de 170 horas de reloj), completamente horizontal, con el collarín que le puso el SAMUR y un “halo” que le colocaron nada más llegar al Hospital General Universitario de Valencia. Un “halo” es un invento que recuerda a la inquisición: un aro rígido sujeto a la cabeza por cuatro tornillos que atraviesan la piel y se apoyan sobre el cráneo, y del que colgaba una bolsa con dos kilos de agua (luego fueron tres), con el fin de estirar en lo posible el cuello para que “las vértebras fueran volviendo a su posición” y facilitar la operación.

Tumbado boca arriba pasaba las horas del día y de la noche, y así tenía que beber y tomar alimentos líquidos con una cañita de refresco, con el peligro de un atragantamiento frente al cual no hubiésemos podido incorporarlo.

El doctor Mollá nos contó la enorme suerte que había tenido en el accidente -por milímetros- y nos habló de los riesgos de la operación sin tapujos: ¡todo o nada! Nos indicó que era mejor no decírselo, que no ayudaría, que podría perjudicar la relajación que tanto esfuerzo mental le requería constantemente y que fue tan importante para el resultado de la intervención. Notamos la flojera en las piernas, pero aguantamos y nos confabulamos para no decírselo a nadie, para que de ninguna manera pudiera llegarle de rebote a él y preocuparle. La tranquilidad y la relajación debían ser sus aliadas: cuanto más relajado estuviese, más posibilidad había de que la luxación se redujese por sí misma.

Y así lo hizo, con mucha más paciencia de la normal en cualquier paciente. Cuando algún pensamiento sombrío asomaba a su cabeza lo retiraba con una determinación brutal, con una gracia, con un chascarrillo sobre su situación: “sí aquí estoy, esta tarde tengo partido”, “estoy dando una vuelta”, “Alberto debió apretar el botón de eject”, “la cena está al chillar”, en relación con la curiosa forma de avisar de la llegada de cada comida, “me acaban de hacer un lavado tipo boxes en 20 segundos”. “Si esto es zumo de naranja, mañana me voy a Madrid en bicicleta”. “Jo, tío, si me vieras dirías ¿esto es un humano?”. “Tengo coche nuevo, un C4 granate -el nuestro-, mis padres van en autobús”...

Y allí el tiempo fue una sustancia pastosa; no sabemos si pasó despacio o deprisa. Cada segundo duraba para siempre. Teníamos que agarrarlo entero, disfrutar de que siguiese con nosotros, de que nos pidiese que le cogiésemos la mano, y desear a la vez que todo pasase de una vez...

Primero, la presencia tranquilizadora -sobre todo para nosotros- de Paloma, Carlos y Paloma, los primos de Valencia. Desde el primer momento al pie del cañón, serenándonos mientras llegábamos desde Madrid. Ellos vieron llegar la ambulancia y aunque Álvaro les saludó y les reconoció, supieron de la gravedad de la situación al ver cómo uno de los médicos del SAMUR no podía contener las lágrimas.

Después el teléfono. No dejaba de sonar. Toda la familia y muchísimas otras personas interesándose por su estado, con todas serio para advertirles del peligro de dormirse conduciendo y con todas bromeando sobre su estado. Las enfermeras lo encontraban siempre colgado del móvil. Supuestamente no podía utilizarse en la habitación, pero él les decía cualquier broma y se lo permitían todo, quizá conscientes también de lo extremado de su situación. En cualquier caso, dispensándonos el más extraordinario trato posible.

Luego, la presencia constante de familiares, abuelos, tíos y primos, y sobre todo de sus amigos. No faltaron ninguno de los días de hospitalización: los que estaban por la costa de vacaciones, los que iban desde Madrid y se quedaban a pasar una noche y volvían al hospital al día siguiente, los que iban y volvían en el día...

Conocimos a todos. ¡Con lo discreto que siempre ha sido Álvaro respecto a sus amigos! Alberto –el del botón de eject–, que iba en el vehículo y resultó completamente ileso, Paula, Alex, Rebeca, Marta, Salva, Veldu, el otro Javi, Nacho, Guille “bueno”, Sara, Guille “malo”, Charly, Lara, Juan, Felipe, Maya, Mariano... Marimar que estaba en Roma y no podía venir llamó todos los días, algunos más de una vez. Alberto y Alex de la vieja orquesta, y la interminable lista de los que han ido desfilando por casa cada mañana y cada tarde... Solo una persona muy especial puede tener amigos tan estupendos.

Por último, Raquel, su hermana. No queríamos alarmarla, pero necesitábamos que viniera de Londres. Cuando tuvimos fecha para la operación nos pareció el momento. ¡Qué bien nos vino Raquel! Estuvimos los cuatro como en un extraño campamento en aquella habitación de hospital, no queríamos alejarnos ni un instante. ¡Cómo nos sujetó el día de la operación y cuántos relevos nos ha hecho en estos meses!

Y hay más, mucho más: energía para no quedarse arrugado en casa, voluntad para presentarse a los exámenes de septiembre y aprobar cuatro de cinco, paciencia infinita para llevar el espantoso soporte cervical durante tres meses y luego el collarín y el otro collarín para dormir, y seguir sonriendo día tras día... Esa manera práctica de enfrentarse a todos los problemas con la idea clara de que la vida es siempre hacia adelante.

¡Gracias, hijo!

5 comentarios:

  1. Hola amigos.
    Me resulta fácil consideraros así después de haber leido las dos entradas que habéis puesto en el blog.
    Solamente os quería transmitir un abrazo de ánimo.
    ¡Ah! y también daros las gracias por enlazar mi blog, no por otra cosa, sino porque así os he podido ver en las estadísticas de visitas y conoceros, aunque sea virtualmente.

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    1. Hola Jesús.
      Perdona la demora en contestar, pero como ves por la falta de entradas, apenas he vuelto por aquí.
      Gracias por tus palabras y tus ánimos. Todo ha ido de maravilla, Álvaro tiene las secuelas mínimas, tan mínimas que terminó la carrera en julio y empezó a trabajar con un buen contrato de prácticas en septiembre, así que imagínate... ¡conduce y todo!
      Todavía no sabemos cómo ha podido aprobar todo el curso, cuando durante todo el primer trimestre hubo que llevarle y traerle de la facultad, visitas médicas, pruebas y más pruebas, y la molestia increíble de los soportes y collarines.

      Por otro lado, este conocimiento virtual se va extendiendo por otros hilos de esta tela de araña que internet, pues yo conocí tu blog por tu colaboración para Animalandia (unas Podura acuatica) pero ahora disfruto mucho cada entrada, por tu fantástica forma de contar lo mucho que sabes.
      Un abrazo

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    2. Me alegro mucho por Álvaro y por toda la familia, enhorabuena, carrera y trabajo no es fácil hoy en día.
      Es verdad que el mundo es grande, pero internet lo empequeñece y nos permite encontrarnos y compartir.
      Un abrazo a todos.

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  2. Me he emocionado leyéndoos... ¡y no es para menos!, menuda aventura la vuestra. ¿Y no es eso la vida? Una gran aventura que hay que disfrutarla a sorbitos. Me alegro muchísimo de que todo esté saliendo bien y espero que el río vuelva a su cauce.

    Leyéndoos he recordado una reflexión que tuve hace tiempo... al final lo que nos hace felices, no es tanto lo que tenemos o conseguimos, sino esos pequeños gestos de cercanía con los demás: nuestros familiares, conocidos, amigos,... Una sonrisa da fuerzas para atravesar montañas. Estoy segura de que su recuperación es en gran parte gracias al cariño que recibe de vosotros.

    Un saludo :)

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    1. Hola guapa!
      Disculpa el retraso, como he contestado arriba a Jesús, y como tú sabes por el tema de la falta de tiempo del profesorado, no venimos mucho por aquí...

      Gracias, de verdad, por tus comentarios. La verdad es que he releído la entrada y yo también me he emocionado.

      Tuvimos mucha, muchas suerte; pero luego todos nos lo hemos "currado", sobre todo Álvaro, para sacarle al infortunio el lado más positivo posible.
      Un beso

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